Los instrumentos originales conservados, las fuentes iconográficas y las referencias escritas, nos informan sobre una enorme variedad de tipologías. Había vihuelas económicas, construidas con materiales baratos y menos decoración conviviendo con otras en las que se utilizaron maderas preciosas y ricos ornamentos. Las primeras, destinadas al pueblo llano, las segundas a una élite que encontraba en ellas no solo un magnífico instrumento, sino también un símbolo de ostentación.
Por su morfología, las había llanas, de fondo plano, mientras que algunas cerraban su espalda, o “suelo”, con costillas, que a veces se incurvaban lateral y transversalmente, en una compleja estructura, eran las llamadas “acanaladas”, o “tumbadas”.
Las vihuelas de mano, muy emparentadas con las vihuelas de arco, conservaron aspectos estructurales y decorativos medievales, como por ejemplo, su factura en piezas, ensambladas en difíciles marqueterías o su decoración taraceada.
Los epítetos con los que se definen su música y sus voces, no se refieren a parámetros de cantidad o intensidad sonora, sino que se dirigen a la descripción de sus cualidades, a los matices de un sonido deleitoso, apacible, dulce, melifluo, armonioso, suavísimo…
Nuestros instrumentos se han construido precisamente siguiendo estas mismas búsquedas, persiguiendo voces cálidas, ricas en armónicos, muy adecuadas para los que prefieren la pureza de un sonido íntimo, coherente con la estética y la sensibilidad de aquellos tiempos.